En el regio espacio del Teatre Principal de Palma, prácticamente lleno de buscadoras y buscadores de belleza y de canciones. Silbidos tex-mex y acústica para arrancar antes de subir el telón. Después, en escena, una banda y una luna; después, en pantalla vemos cómo se abre la mina. Al fondo, presuponemos, la luz, la arena y el llanto. Pero sobre todo, sabemos, la luz porque en escena se abre la voz de Xisco Albéniz y se abren La Búsqueda: «Esto no es un concierto de rock, es una mezcla de pequeñas y maravillosas imperfecciones».
Telón de luz uniforme color rojo pimiento, y cruzamos la primera frontera musical. Andreu inserta «Not fade away» de Buddy Holly para clausurar una canción. Después, en pantalla pasan fotos del pasado-presente, de las gentes, los conciertos y los brindis. Albéniz: «La belleza y elegancia de Arantxa Andreu». Porque ha cantado una figura y una presencia que siempre ha enriquecido esta banda. Es la mujer de las medusas en la cintura y en la voz. Posteriormente, Andreu y Adrover estrenan una canción del próximo álbum de ella.
Un concierto de La Búsqueda es como una carretera de longitud inmensa atravesando un desierto infinito. Es un viaje a velocidad media constante, en el que no hay que esperar estridencias en el paisaje, porque la riqueza surge de la misma puesta en escena, de las mismas canciones que jalonan el recorrido. Y sentir su embrujo y su mordida demanda sensibilidad no acelerada sino atemperada. El hallazgo que proporciona este tránsito consiste en intensidad taimada pero profunda y calado constante.
Más confesiones desde el micrófono líder: «Es peligroso tener invitados. Son maravillosamente peligrosos (…). Por ejemplo, por el ritual inicial con tequila». La nómina de personalidades invitadas fue profusa y dinámica, sin ralentizar o trastabillar. El desfile culminó con la portada del álbum ocupando todo el fondo, como dedicándole todo el espacio y toda la música a la querida amiga.
Más cercanía, más primera persona: «Veía que mis amigos ligaban tocando la guitarra en acampadas, y por eso me puse a tocar. Soy un músico corrupto». Pues si sus corrupciones son sus canciones, bienvenidísimas sean aunque tarden otros veinte años en llegar porque ahí seguiremos, al volante, esperando para arrancar el viaje que nos llevará por todo Occidente, Oriente, Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Este viaje y esta búsqueda no podrán morir nunca, mi amor.
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